viernes, 11 de abril de 2008

Tíbet en la lucha

Tíbet en la lucha
26 de marzo de 2008

El problema del Tíbet ha vuelto a captar la atención internacional. Y es que el 10 de marzo pasado, recordando el levantamiento de protesta que se registró, precisamente en esa fecha en 1959, cerca de 300 monjes budistas encabezaron una manifestación en contra de la ocupación china; expresión de descontento que fue salvajemente reprimida.
Las protestas se han extendido a prácticamente todo el territorio tibetano y han encontrado eco en muchas naciones del orbe, como sucedió el lunes 24 de marzo en Grecia. Durante la ceremonia del encendido del fuego olímpico, símbolo de paz, algunos miembros del grupo Reporteros Sin Fronteras interrumpieron el evento para denunciar las atrocidades de las que es víctima el pueblo tibetano.
Simple y sencillamente, no se puede hablar de paz mientras esté en acto la represión que viola flagrantemente los derechos humanos en el país anfitrión de la justa deportiva más importante del mundo.
En tanto que el gobierno chino está interesado en mostrar al mundo una imagen de progreso y concordia, lo cierto es que sigue privando un sentimiento de desconfianza frente a un sistema que toma muy poco en cuenta la dignidad de las personas y la integridad de un pueblo que, pese a la evidente disparidad de fuerzas, sigue resistiendo estoicamente los embates en su contra.
Conviene recordar al respecto que, siendo un Estado soberano, el Tíbet fue invadido en 1949 por el ejército chino. Cuna de una civilización milenaria, desde entonces el Tíbet ha visto destruido su patrimonio cultural. De 6 mil 250 universidades monásticas que había antes de la entrada de los invasores, hoy sólo quedan 12; de 6 millones de habitantes con los que contaba en aquel año, 1.2 millones han muerto a causa de la ocupación.
La “solución final” incluye desplazamientos forzosos de población tibetana a otras partes de China, junto con la colonización masiva de chinos a territorio tibetano.
En 1959, el 14 Dalai Lama (premio Nobel de la Paz 1989), máxima autoridad tibetana, tuvo que huir de su patria. Desde entonces estableció un gobierno en el exilio en Dharamsala, al norte de India. Hasta ahora, el gobierno chino le ha dado un trato de delincuente, alzando la bandera nacionalista y xenófoba en contra de los tibetanos.
En contraste, el sábado 22 de marzo, 30 intelectuales y disidentes chinos firmaron un manifiesto en referencia a los acontecimientos en el Tíbet. En ese texto se pide respeto a la Constitución china, que incluye la libertad religiosa y la libertad de expresión.
También se asienta significativamente lo siguiente: “Mientras el gobierno chino está comprometido en integrarse a la comunidad internacional, nosotros sostenemos que debería exhibir un estilo de gobierno que conforme los estándares de la civilización moderna”. Es decir, que deje de comportarse como un régimen feudal. Igualmente, se solicita un diálogo directo con el Dalai Lama.
El punto central es que cese el intento de exterminio del Tíbet como pueblo con derecho a una vida propia, libre del yugo opresor.

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