martes, 15 de abril de 2008

El liberalismo democrático en México, 5a parte

5a parte

HISTORIA E IDEOLOGIA EN EL IMPERIO[1]

Por su magnitud y minuciosidad el libro de Fernando del Paso Noticias del Imperio[i] es una obra faraónica. No sólo en cada párrafo sino en cada renglón hay un trabajo de investigación que se traduce en datos, anécdotas, recuerdos de aquél cúmulo de acontecimientos que moldearon uno de los periodos más agitados de nuestra historia: la república liberal, la intervención francesa, la resistencia juarista y el Imperio de Maximiliano.
El libro aborda una gran cantidad de temas: desde las intrigas de palacio hasta descripciones detalladas de botánica; desde las torturas practicas por Du Pin contra los republicanos hasta los monólogos de Carlota en medio de su locura; desde las debilidades eróticas de los curas hasta las narraciones de las costumbres de la época; desde las peripecias de los propagandistas mexicanos para resistir al invasor hasta el trazo de ciudades europeas y mexicanas como eran entonces. La obsesión por el detalle es constante.
El personaje central, visible, es Carlota; tan central que de este libro se podrían hacer dos: uno, que contendría los capítulos pares, en los que año por año se van narrando acontecimientos generales de esa época; otro, que abarcaría los capítulos nones, en los que el tiempo se detiene y en los que hay una sóla voz, la de Carlota en medio de su locura. El primer grupo de capítulos sigue el paso del tiempo y se mueve en diversos espacios; el segundo grupo queda inmovil en un único espacio el castillo de Bouchout donde fue recluida la Emperatriz. Pero como no son dos sino uno, el libro alcanza una gran belleza narrativa, a veces moviéndose en la turbulencia de los acontecimientos, a veces deteniéndose en la fantasía.
Carlota, hija de Leopoldo de Bélgica, perdió la razón poco después de que el 9 de julio de 1866 viera por última vez a su esposo Maximiliano, hermano de Francisco José de Austria. En ese estado de demencia permaneció hasta su muerte en 1927. Se dice que transcurría largas horas hablando frente a un maniquí vestido como su amado cónyuge. Abundan las recriminaciones: "nos dieron, Maximiliano, un trono de cactos erizado de ballonetas. Nos dieron una corona de espinas y de sombras. Nos engañaron Maximiliano, y me engañaste tú". Las frases invertidas: "estoy tan confundida que a veces no se donde termina la verdad de mis sueños y comienzan las mentiras de mi vida". Soliloquios que escandalizarían a los mojigatos: "cuando les digo que un día de estos Benito Juárez va a llegar al Vaticano de calzón de manta y huarache y va a decir que es el indio Juan Diego y a pedirle una audiencia al Papa a la hora del desayuno, y que cuando extienda su tilma ante los ojos de Pío Nono me voy a aparecer yo convertida en Virgen de Guadalupe".
Ciertamente Carlota es el personaje visible, pero hay una figura que sin aparecer mucho en escena influye en la trama, Napoleón Bonaparte; su magna personalidad despertó los deseos de grandeza de su sobrino Luis Bonaparte y sus seguidores, quienes impulsaron la aventura imperial en México. No obstante, el deseo de imitar al corso, contrastó con la imposibilidad de hacerlo. Hay diferencias notables. A espaldas de Napoleón (el grande) está la Revolución francesa; mucho se habla de que él personificó el espíritu de la Revolución y lo trasladó a otros lugares de Europa. Antes de Luis Bonaparte (el pequeño) está la restauración; se dice que él quiso llevar ese espíritu conservador a los territorios intervenidos. El tío y el sobrino simbolizan respectivamente movimientos históricos opuestos: progresivo el primero, regresivo el segundo. En consecuencia, los personajes, y vicisitudes fueron influidos por los respectivos flujos: unos de gloria y poderío, otros de pena y debilidad.
Ideológicamente las acciones de Napoleón I se basaron en la necesidad de llevar a la práctica los designios de la Revolución francesa; las acciones de Napoleón III tuvieron una justificación menos inmediata, la defensa de la latinidad: "Napoleón el Pequeño, Luis Napoleón, que alguna vez había soñado con fundar un Imperio en Nicaragua, sólo tuvo que subir unos cuantos grados de latitud en el mapa para encontrarse con México. Francia...estaba destinada, bajo el reinado del sobrino de Napoleón el Grande, a detener la expansión del poderío anglosajón".
De suyo la latinidad es un principio fundamental de los pueblos que se cobijan en ella, pero en manos de Luis Napoleón sonaba más a pretexto intervencionista que a verdadero impulso de integración. A la debilidad ideológica se aunaba el hecho, nada despreciable, de que en este continente habían germinado los principios libertarios acuñados en el viejo continente. El expansionismo no podía seguirse justificando con el "derecho de conquista". El liberalismo y el republicanismo asumidos aquí eran una especie de espejo incómodo en el que la Europa conservadora se veía. Valgan algunas frases para ejemplificar lo anterior. Es ilustrativa la carta que Juárez envió a Maximiliano: "Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará".
En el libro se transcribe una carta de Alphonse (en Francia) a su hermano Jean Pierre (militar que participó en la intervención) fechada el 25 de abril de 1984: "toda empresa colonial que alardea de misión civilizadora no es más que una miserable estafa, decía el nunca bien ponderado Rousseau, ni me explico cómo Luis Napoleón se atrevió a dirigirse al pueblo mexicano casi con las mismas palabras que usaron los aliados en 1814, cuando nos invadieron para 'liberarnos de un tirano' que era nada menos que su propio tío". Por eso decimos que la aventura imperialista tuvo argumentos muy endebles. Después de la positivización de los derechos naturales del hombre y el reconocimiento de los derechos soberanos de los pueblos, ya no era posible fundamentar el dominio sobre las naciones con base en el derecho del más fuerte.
Si ponemos atención en la forma de gobierno que se quiso imponer observamos que la república en términos históricos estaba adelante de la monarquía. Sobre el particular Octavio Paz escribe: "la idea de fundar un Imperio latino con un príncipe europeo a la cabeza 'que pusiera un dique a la expansión de la república yanqui, era una solución no del todo descabellada en 1820 pero anacrónica en 1860: la solución monárquica había dejado de ser viable porque la monarquía se identificaba con la situación anterior a la independencia'". Los conservadores mexicanos labraron su derrota al apostar al pasado, a la monarquía intervencionista. Al darse la intervención francesa chocaron dos fuerzas opuestas, una marcada por el reflujo imperialista y restaurados, otra signada por el avance republicano e innovador. El desenlace del conflicto con la ejecución en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, el 19 de junio de 1867, de Maximiliano, Miramón y Mejía no es solamente la solución a un conflicto interno entre liberales y conservadores, como lo quiere Fuentes Mares, sino ante todo la culminación del conflicto entre dos fuerzas históricas. Así se forjó la nación maxicana, empujando hacia adelante.
Noticias del Imperio contiene un cúmulo de biografías tomadas de la gente común: Juan Carvajal y su terquedad por no revelar los mensajes de los patriotas ("con el corazón atravesado por una flecha"); el propagandista que jamás disparó un tiro pero que combatió con las letras ("Yo soy un hombre de letras"); la güera Huitziméngari que con sus encantos extrajo valiosa información al enemigo ("¿ni con mil avemarías?"). Cada cual a su manera, con los medios a su alcance, aportó algo a la causa. Esas luchas individuales son las que, conjugadas, forjaron la lucha del pueblo mexicano por su libertad.
Si algún mensaje valioso podemos extraer de tales ejemplos, sobre todo ahora que el conservadurismo quiere volver por sus fueros, es que en México hay una tradición de lucha progresista, y que quienes nos identificamos con esa tradición somos legítimos herederos de los principios y valores que enarbolaron los hombres y mujeres que pelearon al lado de Juárez.


[1] Suplemento "Cultural" del periódico Uno más uno, octubre de 1988.
[i]. Fernando del Paso, Noticias del imperio, Diana, México, 1988, pp. 670.

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