7a parte
¿QUÉ DEMOCRACIA?[1]
Partamos de un hecho irrefutable: hoy la democracia se ha convertido en un tema central de la discusión política. Autores y corrientes hasta hace algunos años indiferentes e incluso contrarios a ella se sienten atraidos por sus planteamientos. Se ha llegado a tal punto que incluso posiciones radicales de la derecha y de la izquierda ya no son reacias a nombrarla como un propósito a seguir, aunque solo sea en términos declarativos. Lo escrito por Guizot en 1849 parece que hubiese sido redactado para nosotros: "Esta es ahora la palabra última y universal que todos buscan para apropiarse de ella como un talismán... tal es el poder de la palabra democracia. Ningún gobierno o partido se atreve a vivir sin incorporarla en la propia bandera"[i].
No obstante, hay marcadas diferencias en la manera en que se concibe esa forma de gobierno. Para decirlo con una metáfora: todos llegan a ese talismán por caminos distintos y cada cual quiere llevárselo a casa. Evidentemente no hay acuerdo en torno a lo que la democracia es. He aquí un obstáculo para seguir avanzando. Considero que una posible vía de solución está en admitir que la democracia tiene una denominación precisa que puede recogerse en algunos de los grandes pensadores democráticos modernos. Sugiero que analicemos el pensamiento de Rousseau quien es reconocido como uno de los más destacados estudiosos de la democracia en su sentido puro. Veamos lo que dice al respecto para después, con base en las característicias marcadas por él como distintivas de la democracia, aplicarlas al caso mexicano. Así calibraremos qué tan cerca o lejos estamos de ella.
1.La democracia roussoniana
En la teoría normativa de este autor la democracia es igualdad decisional, es decir, que cada ciudadano pueda participar en paridad de condiciones en la definición del mandato político. En la democracia ideal no hay diferencia entre gobernantes y gobernados: los mismos que mandan son los mismos que obedecen. El poder se haya distribuido equitativamente entre los ciudadanos. Por consiguiente, el peor de los males es que el poder se concentre en una sóla persona. En esto son reconocibles dos puntos extremos, o mandan todos o manda uno. Cualquier posible combinación se encuentrar entre estos polos. Con base en este criterio también se pueden detectar tendencias. El régimen que se inclina hacia el mandato equitativo mira a la democratización; en contraste, el sistema que se orienta al dominio de una sola persona tiende a la autocracia. De aquí se desprende la función política que los individuos desempeñan en cada régimen: en la democracia dicha función es activa, hay que participar, son ciudadanos; en la autocracia ese papel es pasivo, lo único que hay que hacer es obedecer, son súbditos.
Es curioso pero lo que hoy son considerados elementos inherentes a la democracia, la representación y los partidos, para Rousseau eran cosas de las que se debía prescindir. Los individuos debían participar en primera persona en la asamblea soberana; pensaba en la democracia directa: "La soberanía no puede ser representada". En su concepto los partidos siempre actúan en vista de sus intereses parciales; son causa de conflictos y dividen a la nación. Los intereses partidistas se oponen al interés común. No admite, en consecuencia, los cuerpos intermedios.
Los valores que lo inspiran son la libertad y la igualdad. Entiende por libertad la que se realiza interviniendo en la formación de las determinaciones públicas; por igualdad la participación equitativa en el poder. Lo opuesto es la opresión y la inequidad autocráticas.
Su diseño político tiene como primera motivación precisamente la libertad y la igualdad. Sostiene que para producir una acción libre se necesitan dos factores, la voluntad que encuentra en la asamblea popular y la fuerza localizable en el gobierno. Éste debe estar subordinado a aquella. Descubre una relación paradógica entre la justeza de la voluntad y la eficiencia de la fuerza porque si lo que se quiere es la unidad, hay que apuntalar al Ejecutivo; si, en cambio, lo que se desea es imprimirle ánimo a la decisión colectiva, hay que resaltar la misión de la asamblea. Es muestra de virtud política encontrar una buena proporción entre la fuerza y la voluntad: la ciudadanía debe vigilar que el Ejecutivo no abuse del poder que se le ha conferido; sin embargo, el Ejecutivo debe ser lo bastante fuerte para poder realizar sus funciones.
A Rousseau se le ha criticado por haber diseñado una situación ideal, inalcanzable; pero él mismo se defendió diciendo que su propósito había sido fijar una meta que no por inalcanzable debía dejar de perseguirse: "Yo muestro el objetivo que es necesario proponerse, no digo que se pueda lograr, sino señalo que aquél que se acerque más lo logrará mejor"[ii]. En pocas palabras, lo que él hizo fue elaborar una teoría de la democracia, válida no solamente para su tiempo sino también para otras épocas.
2. Algunas vicisitudes actuales de la democracia
Es evidente que hay una distancia entre el ideal roussoniano y la realidad cotidiana. Empero, la libertad y la igualdad siguen siendo valores importantes, solamente que su persecusión hoy se lleva a efecto mediante la representación y los partidos políticos. El principio de representación indica que las determinaciones colectivas no son tomadas directamente por los individuos sino por personas que actúan en su nombre. Ahora bien, en política el error que a menudo se comete es considerar que la democracia representativa tiene la misma extensión que el parlamentarismo; pero el principio de representación es más amplio que la democracia representativa, y éste tipo de democracia puede ser complementada por el ejercicio de la democracia directa. La democratización puede ser definida como el proceso de expansión del poder desde la base para encauzar las decisiones que se toman en el vértice. Por tanto, los mecanismos de representación o de participación directa son sólo eso, instrumentos para favorecer el proceso. La base social es heterogénea, plural. Aunque también en este caso cabe hacer la aclaración que democracia y pluralismo no son sinónimos. La democracia que tenía en mente Rousseau bajo la inspiración del mundo antiguo no es pluralista sino monista porque suponía un sólo centro de poder, la asamblea de los ciudadanos. No obstante, las sociedades actuales son de otro tipo.
Aunque democracia y pluralismo no son lo mismo ambos coinciden en su oposición al abuso de poder: "La teoría democrática toma en consideración el poder autocrático, es decir, el poder que parte de arriba, y sostiene que el remedio contra este tipo de poder es el poder desde abajo. La teoría pluralista toma en consideración el poder monocrático, o sea, el poder concentrado, y afirma que el remedio es el poder distribuido"[iii]. Existen, pues, dos vías por medio de las cuales se lucha contra el abuso de poder: frente el poder que desciende en nombre del poder que asciende y delante del poder concentrado en nombre del poder distribuido.
Un medio eficaz para controlar el abuso es que los actos de gobierno se hagan visibles, públicos: "la obligación de publicar los actos de gobierno es importante no sólo, como se suele decir, para permitir al ciudadano el conocimiento de los actos de quien detenta el poder y por tanto de controlarlos, sino también porque la publicidad es en sí misma una forma de control, es un expediente que permite distinguir lo que es lícito de lo que no lo es"[iv].
3. El régimen mexicano
Me parece que las consideraciones teóricos desarrolladas hasta aquí son útiles como criterios para analizar el sistema político mexicano cuyos dos elementos fundamentales, la institución presidencial y el partido oficial, fueron diseñados para evitar la anarquía y garantizar el orden posrrevolucionario. Ambos nacieron, como hemos visto en los anteriores capítulos, de la idea de unificar al país después de las cruentas luchas primero contra el régimen porfirista y luego entre las mismas facciones revolucionarias. Incluso, después de la victoria de la facción constitucionalista, y muerto Carranza el 21 de mayo de 1920, subsistía el poder de los caudillos. Obregón y Calles, miembros prominentes del ejército constitucionalista, fueron los encargados de apaciguar los varios levantamientos armados que todavía se dieron en los años veinte. De las cenizas del caudillismo nació el presidencialismo; fue el paso, si se le quiere ver de otra manera, de la anarquía al orden[v]. En este mismo tenor no puede olvidarse que el PNR surgió originalmente como una coalición de caudillos y organizaciones regionales, aunque a los pocos años las pequeñas agrupaciones desaparecieron y en su lugar quedó un verdadero y propio partido nacional el PRM donde surgieron las grandes organizaciones de masas. En estas dos primeras fases el Partido de la Revolución fue el medio a través del cual se concentraron fuerzas anteriormente dispersas. En la primera etapa se trató de un esfuerzo de naturaleza político-militar, en la segunda fase se presentó un empeño de carácter más bien político-social. En una tercera fase, cuando de estos dos primeros empeños nació el Partido Revolucionario Institucional (1946), el aparato y la jerarquía fueron dominando la estructura de esa organización: "El cambio del PRM en PRI, minucioso y global, fue el de un partido en el que el paso del proletariado y las bases populares eran considerables, por mediatizado que aquél estuviera, a otro en que se acabó la injerencia directa de las organizaciones obreras, desapareció el debate político interno de los centros laborales, y zozobraron las asambleas de la base, mientras aumentaba el poder de los órganos centrales, característicos del nuevo proceso de jerarquización del Estado"[vi]. La pérdida de fuerza de la base en beneficio de la cúpula dirigente se debió a la corporativización, es decir, al encuadramiento de las organizaciones de trabajadores en una amplia red que dependió de la jefatura de los sectores y del propio mando del partido.
La idea central de la formación del sistema político mexicano fue la de salir de la anarquía y crear un orden institucional dispuesto verticalmente, visión que se prolongó durante décadas, por lo menos de los años veinte a los ochenta. Por eso la democracia no jugó un papel central en nuestra vida política durante esa etapa. Pero las cosas, como bien sabemos, han cambiado: ahora hay una demanda de democratización que está presionando fuertemente a las dos instancias puntales del sistema, la institución presidencial y el partido oficial.
La democratización debe reconocer dos vías: por un lado, la expansión del poder desde abajo, por otro, el favorecimiento del pluralismo. Esto quiere decir, según los términos que hemos empleado aquí, que la fuerza de la institución presidencial debe moderarse para darle prioridad a la voluntad sobre la fuerza, y que además el corporativismo del partido oficial como forma de control debe ser superado.
En un país donde se ha privilegiado el verticalismo, la práctica de la democracia es difícil porque hay que comenzar a sustituir la decisión desde arriba por la participación desde abajo. El ejercicio autoritario del poder es fácil, sólo se obedece a la orden superior; en contraste la práctica de la democracia es difícil, hay que congeniar opiniones e intereses discordates.
A mi entender uno de los errores en los que ha caido el esfuerzo democratizador es en el de privilegiar el asunto electoral. Ciertamente este renglón es importante pero no es el único que interesa. Hay muchísimas más instancias en las que trabajar: los sindicatos, las asociaciones civiles, las escuelas, las empresas, la administración pública, las organizaciones vecinales, las comunidades indígenas. En cada porción de la vida social y política el poder ascendente (democrático) debe irle ganando terreno al descendente (autocrático).
México ha sido caracterizado como una nación en donde las organizaciones sociales tienen un bajo nivel de autonomía[vii], vale decir, donde el pluralismo es muy reducido. A esto obviamente no es ajena la estructura del partido oficial. Por eso cuando se habla de democracia y pluralismo me parece un desacierto perder de vista al instituto político que comprende en su seno a las más grandes organizaciones sociales y a las demandas de democratización interna que también lo están sacudiendo.
Desde la XII Asamblea Nacional de ese instituto se dejaron sentir exigencias de que el proceso autocrático dentro de ella se revirtiera para que las bases tuvieran una mayor influencia en la formación de las decisiones y en la designación de candidatos a puestos de elección popular. Es evidente que el pluralismo también pide la independencia de las organizaciones sociales y los partidos políticos frente al poder de las agencias oficiales.
Un punto básico del pluralismo tiene que ver con la relación entre mayoría y minoría. Me explico: es cierto que el principio fundamental de la democracia es el de mayoría por medio del cual la fuerza más numerosa es la que tiene el mando. Pero inmediatamente viene el otro principio básico de la democracia que es el respeto por las minorías y el derecho que estas tienen de transformarse en mayoría. De otra manera las reglas del juego democrático beneficiarían a la corriente que originalmente obtuvo la mayoría por lo que la vida de las minorías resultaría perfectamente inútil y tendríamos que aceptar lo que Neumann dice de los regímenes autoritarios: éstos "se ven obligados a practicar los ritos democráticos negando totalmente la sustancia"[viii]. Si no se quiere ésto lo que se tiene que hacer es un acuerdo para establecer nuevas reglas que hagan posible la práctica de la democracia.
Para retomar la metáfora con la que comenzamos: para que el talismán surta sus efectos benéficos ninguno debe poseerlo sino todos en conjunto bajo un acuerdo originario. Por lógica consecuencia, de lo que se trata es de estipular un nuevo Contrato social para establecer la democracia. No por casualidad ese es el título del libro del ginebrino que formuló una de las teorías normativas más sólidas de la modernidad política.
[1] Revista mexicana de ciencias políticas y sociales, número 1326-37, abril-septiembre de 1989.
[i]. F. P. Guizot, De la démocratie en France, Leipzig, 1849, p. 2.
[ii]. J.J. Rousseau, "Emilio", en Id. Opere, Sansoni, Florencia, 1972, p. 397. Esta frase recuerda otra escrita por Max Weber: "La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez", El político y el científico, Alianza, Madrid, 1969, p. 178.
[iii]. Norberto Bobbio, Il futuro della democrazia, cit., pp. 56-57; trad. esp. El futuro de la democracia, cit., p. 47.
[iv]. Ibidem, p. 18; trad. esp. p. 23.
[v]. Algunos factores que permitieron la institucionalización del presidencialismo son: "La destrucción física de los caudillos, comprendido de modo especial el propio general Obregón, la profesionalización del ejército, la extensión de las comunicaciones que ampliaron inevitablemente la fuerza unificadora del centro; la conversión de los jefes militares en empresarios; la participación y final encuadramiento de las masas populares en el partido oficial; la intensificación de la reforma agraria y la entrega de armas a los campesinos", La formación del poder político en México, ERA, México, 1985, p. 52. Por su parte, Jorge Carpizo considera que las causas del predominio del presidente mexicano son: "a) es el jefe del partido predominante; b) el debilitamiento del poder legislativo; c) la integración, en buena parte, de la suprema corte de justicia; d) su marcada influencia en la economía; e) la institucionalización del ejército, cuyos jefes dependen de él; f) la fuerte influencia sobre la opinión pública a través de los controles y facultades que tiene respecto a los medios masivos de comunicación; g) la concentración de recursos económicos en la federación, especialmente en el ejecutivo; h) las amplias facultades constitucionales y extraconstitucionales; i) la determinación de todos los aspectos internacionales en los cuales interviene el país, sin que para ello exista ningún freno en el senado; j) el gobierno directo de la región más importante, y con mucho, del país, como lo es el distrito federal, y k) un elemento psicológico: ya que en lo general se acepta el papel predominante del ejecutivo sin que mayormente se le cuestione", El presidencialismo mexicano, Siglo XXI, México, 1984, p. 221.
[vi]. Pablo González Casanova, El Estado y los partidos políticos en México, ERA, México, 1982, p. 60.
[vii]. Norberto Bobbio, "Democracia", en Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1981, p. 505.
[viii]. Franz Neuman, The Democratic and the Authoritarian State, Free Press, Nueva York, 1957, p. 344.
martes, 15 de abril de 2008
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