viernes, 10 de octubre de 2008

Wall Street: fin de una época

JFS-AH
Columna publicada el 10 de octubre de 2008 en El Universal


En plena efervescencia del modelo neoliberal, durante los años 80, vino a México uno de los grandes pensadores contemporáneos, Eric Hobsbawm. Dictó una conferencia memorable en el auditorio de Ciencias de la UNAM. Entre las cosas que dijo hubo una que quedó gravada en mi memoria: manifestó que le sorprendía la manera en que había regresado a la escena un esquema económico que había probado ser un desastre; parecía que hubiésemos olvidado las lecciones de la historia y que sólo las recordaran quienes habían sido testigos, como él, en primera persona, de lo que había traído como consecuencia la crisis del 29.

Sus palabras han cobrado una impresionante actualidad ahora que el desastre financiero de Wall Street ha hecho decir, tanto a simpatizantes como a críticos del monetarismo, que se trata de un fenómeno incluso mayor, precisamente, del que se registró a finales de los años 20.

Con esto se ha tenido que admitir que la debacle bursátil en curso representa la terminación de un ciclo caracterizado por la satanización del Estado y la divinización del mercado. Habrá que dar paso, necesariamente, a una etapa distinta.

Harold Meyerson escribió al respecto en The Washington Post uno de los artículos (“Lento despertar de una nueva época”, 1 de octubre) más lúcidos sobre la coyuntura por la que estamos atravesando. Su escrito comienza de la siguiente manera: “Nos encontramos, en estos momentos, situados entre dos periodos. El viejo orden —la era reaganiana en la que se actuó bajo la premisa de que el mercado no puede estar equivocado y el gobierno no puede estar en lo correcto— está pasando a mejor vida. Un nuevo orden en el que Wall Street juegue un papel menos importante y Washington desempeñe un rol más relevante está naciendo, pero el proceso será doloroso y prolongado”.

Olvidar las enseñanzas de la historia, efectivamente, como decía Hobsbawm, nos ha obligado a repetir los errores de antaño.

La diferencia, en todo caso, radica en que, mientras como remedio a la crisis de 1929 se instrumentó la fórmula keynesiana del intervencionismo estatal, ahora tendríamos que echar a andar una tercera vía alejada tanto de las satanizaciones como de las divinizaciones.

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